Del Póslogo de una tal Prof. Hebe Monges a la edición 2004 de Colihue de "Antígona Vélez", de Leopoldo Marechal:
"Todos los pueblos y culturas primitivas han tratado de explicarse los fenómenos físicos y los sentimientos y sucesos que no lograban comprender racionalmente por medio de mitos, fábulas, leyendas, sagas heroicas. (...)
El más vasto y estructurado de los mundos mitológicos fue creado por la imaginación griega (...)
Los mitos constituían el sustrato de la cultura ática, pero es el teatro clásico el que los ha transmitido en su forma más elevada y poética. El público griego acudía entusiasmado al teatro en el siglo V a. C. para aplaudir las variantes de la armazón formal del mito, las nuevas interpretaciones que le conferían los autores trágicos, porque no lo consideraban un modelo fijo sino el germen de reelaboraciones y evoluciones. Es decir, el mito era para los griegos algo provisto de vitalidad. Las versiones teatrales se ocupaban de la condición humana inmanente al mito, de lo esencial, de lo que sobrevive al cambio y pertenece a todos los hombres (...)
Un ciudadano ateniense que concurría a presenciar una tragedia sabía de antemano la trama y disfrutaba de las innovaciones, pero intuía que la tesis oculta detrás de esas variaciones le competía como ser humano. (...)
El gran teatro construido en la ladera que ascendía hacia el Partenón, en Atenas, no estaba cubierto. Veinte mil asientos se disponían en filas semicirculares, asientos sin respaldo que primero fueron de madera y después de piedra. El público debía permanecer, incómodamente sentado, durante un largo día, por lo que llevaba almohadones y portaba alimentos (...)
La multitud, al principio ruidosa, se retiraba en silencio si había experimentado la catarsis, la piedad y el temor, y a través de ello, se había purificado de sus pasiones."
El más vasto y estructurado de los mundos mitológicos fue creado por la imaginación griega (...)
Los mitos constituían el sustrato de la cultura ática, pero es el teatro clásico el que los ha transmitido en su forma más elevada y poética. El público griego acudía entusiasmado al teatro en el siglo V a. C. para aplaudir las variantes de la armazón formal del mito, las nuevas interpretaciones que le conferían los autores trágicos, porque no lo consideraban un modelo fijo sino el germen de reelaboraciones y evoluciones. Es decir, el mito era para los griegos algo provisto de vitalidad. Las versiones teatrales se ocupaban de la condición humana inmanente al mito, de lo esencial, de lo que sobrevive al cambio y pertenece a todos los hombres (...)
Un ciudadano ateniense que concurría a presenciar una tragedia sabía de antemano la trama y disfrutaba de las innovaciones, pero intuía que la tesis oculta detrás de esas variaciones le competía como ser humano. (...)
El gran teatro construido en la ladera que ascendía hacia el Partenón, en Atenas, no estaba cubierto. Veinte mil asientos se disponían en filas semicirculares, asientos sin respaldo que primero fueron de madera y después de piedra. El público debía permanecer, incómodamente sentado, durante un largo día, por lo que llevaba almohadones y portaba alimentos (...)
La multitud, al principio ruidosa, se retiraba en silencio si había experimentado la catarsis, la piedad y el temor, y a través de ello, se había purificado de sus pasiones."
- ¡Igualito al tiatro o al cine de aura! -dijo un paisano irónicamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario