Ponerle a una entrada "Semana Santa" y hablar de trivialidades es quizás liviandad. Aunque no tenga palabras nuevas, en Semana Santa una bitácora de autor católico apostólico romano no puede dejar de hablar de la Semana Santa, ¿no les parece?
Vivimos muriéndonos. Muriéndonos vivimos. Lo nuestro es morir. Me gusta decir que es nuestra "vocación". Quizás el tiempo sea eso. Esa imposibilidad de morirnos. "El tiempo es la imposibilidad de morirnos", anotá, me gusta. No poder morir, eso es el tiempo. Por menos resistencia que pongamos a la muerte, aunque no seamos casi nada "escapadores"de la muerte, ya tenemos algo desde Adán que nos hace imposible morir.
(Poné al pie, "delirios del autor, tomarlos con pinzas". Bueh, como si no se hubieran curado de espanto ya).
Y la vida es eso, es ir cediendo, aflojándose, dejándose llamar, dejándose conquistar, dejándose amar. Y ebrios de amor, dar amor. Y dar la vida por amor.
O al revés para el tiempo. El tiempo es el que nos va matando. El tiempo es lo que dura mientras morimos, pues es quien nos va matando.
Ahí les va un texto, y seguro que el autor no quiso decir lo que yo dije, pero a mi me parece que "pega".
Mientras en el exterior vamos colocando las cosas de modo que sus envoltorios se toquen y nos blindamos contra las inexorables exigencias de la vida, la fuente sigue manando en lo más íntimo del individuo y quebranta los muros y va minando nuestra más dura fortaleza. Nadie resiste hasta el final el incesante empuje de este oleaje: nos va reblandeciendo día tras día, va carcomiendo guijarro tras guijarro de la orilla ya desgastada: al final nos derrumbamos. Con el tiempo, hasta el más estúpido comprende el tiempo. El tiempo va cavando para sí mismo un lecho en él y con su redondo vientre lo va limando como el torrente que se precipita lamiendo un glaciar.
Tomado de "El corazón del mundo", Hans Urs von Baltasar, El reino, I.
¿Y esto qué tiene que ver con Semana Santa? Y bueno, algo tiene, algo tiene...
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