lunes, 28 de marzo de 2005

En Pascua

Ningún luchador es tan divino como aquél que puede aprestarse a vencer mediante la derrota. En el momento en que recibe la herida mortal, su adversario cae definitivamente herido a tierra. Pues él ataca al amor y resulta afectado por el amor. Y mientras el amor se deja atacar, demuestra lo que había que demostrar: que precisamente es el amor.
"El corazón del mundo", El reino, I. Hans Urs von Balthasar.

2 comentarios:

pepe dijo...

Lindísima paradoja.
Hay que agregarla a las que recoge Finitud, de Castellani.
Saludos.

R. Castillo dijo...

Premisa que desemboca en el amor, el móvil principal de esa derrota temporal, del sacrificio.
Saludos Juan