Había una vez un Rey y su Consejero Real. Y todo andaba bien. Pero un día algún diablo metió la cola. Nada de asesinatos ni amores prohibidos. Era un diablo muy sutil que se metió en la cabeza del Consejero y le dijo: "tu también debes ser rey. Tu gran sabiduría y los consejos que das son un gran don. Debes aprovecharlos y ponerte manos a la obra. Estás llamado a dirigir un reino, a reinar; eres un pecador si no lo haces".
¿No les digo que era sutil ese diablillo? No habló de derrocar al Rey, sino que dijo "tu también". Y faltó el tradicional: "podrías ser rey si quisieras"; en cambio se escuchó "debes ser rey". En definitiva, un nuevo reino, aparte, y por el deber santo de "aprovechar sus dones". Y fue una dura prueba para el Consejero. Pero después de largas noches de oración una luz se hizo en su alma (y el diablillo, que había soportado esas "duras" noches, salió como disparado).
El Consejero entendió que él no podía ser rey. Le faltaban muchas cosas para ser rey. Tenía consejos muy sabios, realmente muy inspirados, pero sabía que no eran suyos. Él era lo que se dice "transparente a la verdad", como una ventana por donde la luz llegaba a su Rey. Y el Rey lo escuchaba. El Rey era el que se convencía de lo que el Consejero le decía. Una vez que aceptaba la palabra sabia, decidía. Y era consecuente con su decisión, la llevaba su hasta el final, nada lo hacía doblegarse, moviendo hombres y carros, ejércitos y palacios.
¿Podía el Consejero ser un Rey como ese? ¿Podía él mover hombres y carros, ejércitos y palacios? Su sabiduría consistía en dejarse guiar por Dios. Y él estaba convencido y seguro de eso. Pero el Rey tenía eso que él no, una fuerza terrible para la acción, un empuje a prueba de balas (de cañon). El Rey y su Consejero hacían una buena pareja. Y colorín colorado...
Moraleja 1. En este mundo hay muchos reyes que quieren ser sus propios consejeros y también consejeros que no saben que no tienen la capacidad de ser reyes. (El defecto de esta moraleja es que la primera parte de la misma no está muy desarrollada en el texto).
Moraleja 2. No es moraleja. El cuento trae, entre otras cuestiones, una que me da siempre vuelta la cabeza y es la de saber distinguir cuando es el momento de aprovechar los dones y hacer algo y cuando la realidad es que no estamos llamados a hacer eso.
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