viernes, 4 de marzo de 2005

¿Prohibido estar bien?

Es una ardua tarea hablar de cosas buenas con gente que uno no conoce. Sólo si el clima es bueno habrá un tema bueno (y a veces ni eso). En un cajero automático, en el transporte público, en un negocio o en donde sea, el tema de que se hable toma una nota de crítica negativa sin el menor esfuerzo. Es difícil vencer esa "inercia hacia abajo" en nuestras charlas. Y a veces lo es incluso cuando hablamos entre amigos.
No soy un experto en estas cuestiones (y ya se habrá escrito mucho de esto), pero reconozco que una de las razones de este "mal hablar", que dista mucho de lo que sería un sano pesimismo, es que no queremos mostrar que "estamos bien". Porque si uno "está bien", pueden pasar varias cosas. Si uno está bien en el trabajo y no se queja por tener mucho (aunque de hecho tenga mucho), le van a dar más trabajo, todo el trabajo que otros no quieren hacer. Y uno no quiere ser el zonzo de turno. Si a un ocasional compañero de trámites uno le manifiesta estar bien, puede ser tildado de conformista. Acusado de no ver como el gobierno le está robando, cobrando muchos impuestos, etc. Alegrarse por alguna mejora (aunque sea mínima) es ceguera de no ver que podemos estar mejor. Si le confieso a alguien estar conforme con la plata que gano, corro el riesgo de que me pidan, justo esos que nunca devuelven.
Bueno, un montón más de razones hay para que sea difícil confesar en público: "estoy bien". Y me imagino que quien no dice nunca y a nadie que está bien, a la larga terminará convenciéndose de que no está bien.
Yo sé que alguien me recomendaría también lo contrario. O sea, si siempre digo, incluso forzadamente: "estoy bien, estoy bien", corro el riesgo de creérmelo y no darme cuenta cuando verdaderamente estoy mal y tengo cosas para corregir. Pero esto no invalida lo anteriormente dicho y es otro, y muy interesante, tema para desarrollar.

2 comentarios:

pepe dijo...

Yo sufro de la misma enfermedad. Siempre digo que estoy bien, aunque sienta que estoy mal.
No me sale decir que estoy mal.
Será que quiero ser santo. Y los imito en eso de no quejarse.
Espero que, algún día, pueda imitarlos en cosas más importantes.
Saludos.

Juan Ignacio dijo...

Y bueno, por algo se empieza (¡!).

Supongo de todos modos que hay una diferencia importante entre "estar padeciendo un mal y llevarlo con alegría" y "pensar que no tengo problemas cuando en realidad los tengo".

En la primera los problemas son asumidos (como quien "comparte" la Pasión de Cristo) y aprovechados para crecer. En la segunda se es un ciego.

Saludos.