Golbew llegó de improviso. Me encontró en el bosque de Elgoog buscando algo de Dostoievski, pero capturó mi atención de inmediato. Me prometió no sé qué cosas que luego olvidé. Me llevó con él y sus amigos. Me empezaron a hablar de sus experiencias como católicos y compartían conmigo sus sabias palabras y agudas observaciones; conocí escritos de personas de renombre. Todos ellos siguen hoy en día alimentándome en ese hambre de buscar lo que importa y de hablar de ello. El país de Tenretni ya es distinto para mí (y para ella).
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