Hoy que todos sabemos de todo, hoy que “mi opinión” es tan importante, esta deja de ser una opinión y pasa a ser una verdad. No es que no pueda tener algo de verdad una opinión, pero las opiniones contemporáneas gozan ya de una categoría de verdad superior. Mi verdad, tu verdad, su verdad, la verdad de nosotros, la de vosotros y la de ellos.
Me imagino que como verdades posesivas (mi verdad, tu verdad...) pueden considerarse la propia vida, el propio pasado, lo que siento o sentí, mi presente y mis expectativas futuras. Cosas así. Pero no hay verdades posesivas respecto a otras cosas. Hay campos en dónde la opinión no es más que la opinión, y tiene menos valor de verdad que lo que verdaderamente sucede o existe.
Cuando el hombre pierde la esperanza de encontrar la verdad, la verdad explota en mil pedazos y cada uno cree verla en el pedacito que le cayó cerca.
“¡Vos también crees tener toda la verdad!”, imagino que me dice alguien. “Amigo”, le digo, “yo no, Jesús”. O sea, Dios. Dios, el único que puede tener toda la Verdad. Jesús me dijo que Él es la Verdad. Y yo le creo. Quiero ser feliz, como los que creen si n haber visto.
Al no haber bondad o maldad, verdad o mentira, todo se rige por el voto de la mayoría, tiranía del propio pueblo, esclavitud de uno mismo.
Los grandes líderes de la Iglesia, nuestros pastores, discuten sobre muchos temas. Yo, como perro comiendo de las migajas que caen de la mesa, leo sus escritos. Tomo de a poco una encíclica, una instrucción, una palabra a la multitud y la trato de entenderla. Me vuelco a ella con toda mi razón, toda mi capacidad de entendimiento. Y veo que es buena. Veo que no falla.
Es lo único que puedo hacer. Sí, a veces, antes de leer no entiendo nada. Incluso debo leer y pensar mucho hasta comprender. Y hay muchas cosas aún oscuras para mí. Pero lo maravilloso descubierto y “entendido” hasta ahora me da esperanzas de poder entender, me da fe en lo que aún no logro “comprender” (¿se puede decir así?).
Pero el mundo “creció”, dicen. Ya no necesita padres, es adulto y puede hacer las cosas sólo. (Suspiro). Lo dudo. Yo creo que en muchas cosas el mundo es como más un adolescente. Tiene ganas de saberlo todo, pero aún le falta un poco de ayuda paternal.
El mundo que se cree crecido estima que puede saber de todo. Este es el mundo de los “foros de opinión” (de un tema opinan todos y sobre la opinión se pretende construir la verdad), el mundo del voto de las mayorías, pero mayorías que ignoran lo mejor para hacer lo que libertinamente quieren.
El mundo dice ser adulto y no cree necesitar un guía. ¡Ay, ay, ay! Yo no creo estar a la altura de los grandes y buenos sabios. Es por eso que no puedo ponerme a discutir con ellos y a pesar de tener algo como una opinión (¿qué cosa podrá ser una opinión mía sobre ciertos grandes temas?) no puedo sino suponerla frágil, necesitada de educación.
Para terminar les voy a confesar una cosa. No me es difícil ser tan desconfiado de mis opiniones. En realidad, un defecto mío me ayuda y toma la forma aparente de humildad. El defecto es valorar poco mis opiniones. Soy de confiarme “en las cosas como deben ser” para no tomar una decisión propia, o por una especie de miedo casi inconsciente a que se “caiga la estructura en la que estoy sostenido”.
Ojo, intento cambiar este defecto, revuelvo y revuelvo las palabras de nuestros pastores que no entiendo, no me conformo si no las entiendo, como haría alguien ya muy irresponsable, alguien muy aferrado a una estructura.
Pero reconozco que aquellos que parecen irreverentes con sus opiniones tienen a veces la virtud de confiar en sus opiniones, la virtud de animarse a decidir por propia cuenta, sin esperar que alguien le diga “como deben ser las cosas”. En ese sentido son más libres que yo.
Por supuesto, estas dos formas de ser nunca se dan puras, todos tenemos algo de las dos. Hay que balancear, señores.
Me imagino que como verdades posesivas (mi verdad, tu verdad...) pueden considerarse la propia vida, el propio pasado, lo que siento o sentí, mi presente y mis expectativas futuras. Cosas así. Pero no hay verdades posesivas respecto a otras cosas. Hay campos en dónde la opinión no es más que la opinión, y tiene menos valor de verdad que lo que verdaderamente sucede o existe.
Cuando el hombre pierde la esperanza de encontrar la verdad, la verdad explota en mil pedazos y cada uno cree verla en el pedacito que le cayó cerca.
“¡Vos también crees tener toda la verdad!”, imagino que me dice alguien. “Amigo”, le digo, “yo no, Jesús”. O sea, Dios. Dios, el único que puede tener toda la Verdad. Jesús me dijo que Él es la Verdad. Y yo le creo. Quiero ser feliz, como los que creen si n haber visto.
Al no haber bondad o maldad, verdad o mentira, todo se rige por el voto de la mayoría, tiranía del propio pueblo, esclavitud de uno mismo.
Los grandes líderes de la Iglesia, nuestros pastores, discuten sobre muchos temas. Yo, como perro comiendo de las migajas que caen de la mesa, leo sus escritos. Tomo de a poco una encíclica, una instrucción, una palabra a la multitud y la trato de entenderla. Me vuelco a ella con toda mi razón, toda mi capacidad de entendimiento. Y veo que es buena. Veo que no falla.
Es lo único que puedo hacer. Sí, a veces, antes de leer no entiendo nada. Incluso debo leer y pensar mucho hasta comprender. Y hay muchas cosas aún oscuras para mí. Pero lo maravilloso descubierto y “entendido” hasta ahora me da esperanzas de poder entender, me da fe en lo que aún no logro “comprender” (¿se puede decir así?).
Pero el mundo “creció”, dicen. Ya no necesita padres, es adulto y puede hacer las cosas sólo. (Suspiro). Lo dudo. Yo creo que en muchas cosas el mundo es como más un adolescente. Tiene ganas de saberlo todo, pero aún le falta un poco de ayuda paternal.
El mundo que se cree crecido estima que puede saber de todo. Este es el mundo de los “foros de opinión” (de un tema opinan todos y sobre la opinión se pretende construir la verdad), el mundo del voto de las mayorías, pero mayorías que ignoran lo mejor para hacer lo que libertinamente quieren.
El mundo dice ser adulto y no cree necesitar un guía. ¡Ay, ay, ay! Yo no creo estar a la altura de los grandes y buenos sabios. Es por eso que no puedo ponerme a discutir con ellos y a pesar de tener algo como una opinión (¿qué cosa podrá ser una opinión mía sobre ciertos grandes temas?) no puedo sino suponerla frágil, necesitada de educación.
Para terminar les voy a confesar una cosa. No me es difícil ser tan desconfiado de mis opiniones. En realidad, un defecto mío me ayuda y toma la forma aparente de humildad. El defecto es valorar poco mis opiniones. Soy de confiarme “en las cosas como deben ser” para no tomar una decisión propia, o por una especie de miedo casi inconsciente a que se “caiga la estructura en la que estoy sostenido”.
Ojo, intento cambiar este defecto, revuelvo y revuelvo las palabras de nuestros pastores que no entiendo, no me conformo si no las entiendo, como haría alguien ya muy irresponsable, alguien muy aferrado a una estructura.
Pero reconozco que aquellos que parecen irreverentes con sus opiniones tienen a veces la virtud de confiar en sus opiniones, la virtud de animarse a decidir por propia cuenta, sin esperar que alguien le diga “como deben ser las cosas”. En ese sentido son más libres que yo.
Por supuesto, estas dos formas de ser nunca se dan puras, todos tenemos algo de las dos. Hay que balancear, señores.
2 comentarios:
Genial post, de antología, creo que represneta un poco lo que podemos aportar los blogs, y me parece la respuesta a tantas frases...
"Esa es tu verdad"
"Vos te crees el dueño de la verdad"
"Es mi opinión"
"Los foros son buenos"
"No respetan a las minorías"
Etc.
Ya hago un link en XavMP
"La opinión es un saber intermedio entre el conocimiento y la ignorancia" decía un profesor (no sé si citando a alguien).
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