Sólo quien acepta el misterio de la vida humana adquiere la sabiduría. La ciencia no puede determinar cuándo es el inicio de la vida humana. Gracias a la ciencia, sin embargo, conocemos la concepción. Y así podemos establecer criterios más claros de acción.
Aunque, claro, la misma concepción no es un instante, sino que es un proceso que dura un relativamente pequeño lapso de tiempo. Aún si siguiera la ciencia biológica "subdividiendo" ese lapso de tiempo, nunca llegaría a solucionar el problema. Después de todo, ¿qué es un instante?
La ciencia nos da muchas explicaciones acerca de cómo crece la vida. Pero del momento inicial sólo nos puede dar indicadores. El resto es misterio. Aún cuando el instante pudiera ser determinado (y esto ya es totalmente improbable), nunca la ciencia tiene el primer porqué. La ciencia renunció hace tiempo a ese porqué. Y renunció a escuchar a quienes hablaban de él.
Y ahí el misterio. Palabra que en apariencia indica oscuridad, pero por el contrario, ilumina con una luz inigualable. El misterio de la vida. Una persona surge. Una persona quiere nacer y para ello se vale de otra; pero eso no la rebaja en su dignidad, no la hace inferior a aquella a través de la cual llega al mundo.
¡Y qué luz arroja esto sobre nuestros problemas actuales con el aborto! Sólo quién acepta el misterio (actitud despreciada hoy en día), está frente a la realidad. Sólo quien entiende así a la vida (como un misterio) puede saber qué hacer. Puede saber al menos qué intentar hacer, aunque luego no lo logre.
No es fácil aceptar el misterio a veces. Sino no habría tanta confusión. No es fácil aceptar que alguien de quien uno no es dueño, nazca en el propio cuerpo. Y que ni siquiera uno puede haber decidido o deseado que nazca. ¡Terrible! ¡Con razón es santa aquella mujer que no quiso abortar! Se llamaba Gianna Beretta Molla.
Aunque, claro, la misma concepción no es un instante, sino que es un proceso que dura un relativamente pequeño lapso de tiempo. Aún si siguiera la ciencia biológica "subdividiendo" ese lapso de tiempo, nunca llegaría a solucionar el problema. Después de todo, ¿qué es un instante?
La ciencia nos da muchas explicaciones acerca de cómo crece la vida. Pero del momento inicial sólo nos puede dar indicadores. El resto es misterio. Aún cuando el instante pudiera ser determinado (y esto ya es totalmente improbable), nunca la ciencia tiene el primer porqué. La ciencia renunció hace tiempo a ese porqué. Y renunció a escuchar a quienes hablaban de él.
Y ahí el misterio. Palabra que en apariencia indica oscuridad, pero por el contrario, ilumina con una luz inigualable. El misterio de la vida. Una persona surge. Una persona quiere nacer y para ello se vale de otra; pero eso no la rebaja en su dignidad, no la hace inferior a aquella a través de la cual llega al mundo.
¡Y qué luz arroja esto sobre nuestros problemas actuales con el aborto! Sólo quién acepta el misterio (actitud despreciada hoy en día), está frente a la realidad. Sólo quien entiende así a la vida (como un misterio) puede saber qué hacer. Puede saber al menos qué intentar hacer, aunque luego no lo logre.
No es fácil aceptar el misterio a veces. Sino no habría tanta confusión. No es fácil aceptar que alguien de quien uno no es dueño, nazca en el propio cuerpo. Y que ni siquiera uno puede haber decidido o deseado que nazca. ¡Terrible! ¡Con razón es santa aquella mujer que no quiso abortar! Se llamaba Gianna Beretta Molla.
Pero no hay que rendirse. Santo no significa "de otro planeta". Es difícil serlo, pero Dios puede darnos las fuerzas. Por el sólo uso de la recta razón podemos entender que el aborto es asesinato. Sólo falta que nos den la gracia para ser fieles a la verdad. Hay quien puede darnos ese valor.
¿Podemos exigir ese valor? ¿Podemos tener una ley que pene todo tipo de aborto? Mientras nuestras leyes no sean sino argucias para el libertinaje, mientras no sean instrumentos para vivir en verdad, suena casi de otro mundo el pretender que la ley exija eso.
Pero seamos realistas. Recuperemos el buen sentido de la ley y veamos que una ley así es posible. Y además pensemos: una ley que condene toda clase de aborto, repito, toda clase de aborto (ya que todo aborto es asesinato), ¿tendría una pena severa o pena alguna una mujer con deficiencias mentales y víctima de una violación, que aborte? Quizás no (hay que tratar de medir la libertad de conocimeinto y acción que alguien tuvo). Pero la pena la tendrían aquellos que no lucharon por ella y por su hijo. Todos los que en vez de tratar de salvar su vida y la del niño sin decidir por ninguno de ellos (eso lo decide la vida) se dedicaron a satisfacer su comodidad o los deseos de egoístas de otro.
No sé si hay misterio como este. Un caso extremo como el mencionado en el párrafo anterior no puede sino ser una de las más grandes "injusticias" (en el concepto humano) que una mujer puede sufrir. Y ahí, sin embargo, surge una vida. De esa situación horrible, surge una vida. ¡Casi incomprensible! Pero el misterio de la vida nos sacude, para que no nos atontemos: ¿podemos matar a esa persona que acaba de surgir? ¿Es que acaso vale menos que su madre? ¿En nombre de qué o de quién podemos sacrificarla?
Esa última pregunta no tiene respuesta. Si le damos una respuesta, toda nuestra vida se viene abajo. Cuando aparezca algo o alguien en nombre de qué o de quién nosotros podamos decidir quién vive o quién muere, estamos perdidos. Creo que en la historia de la humanidad hay ejemplos de los cuales aprender, ¿no?
¿Podemos exigir ese valor? ¿Podemos tener una ley que pene todo tipo de aborto? Mientras nuestras leyes no sean sino argucias para el libertinaje, mientras no sean instrumentos para vivir en verdad, suena casi de otro mundo el pretender que la ley exija eso.
Pero seamos realistas. Recuperemos el buen sentido de la ley y veamos que una ley así es posible. Y además pensemos: una ley que condene toda clase de aborto, repito, toda clase de aborto (ya que todo aborto es asesinato), ¿tendría una pena severa o pena alguna una mujer con deficiencias mentales y víctima de una violación, que aborte? Quizás no (hay que tratar de medir la libertad de conocimeinto y acción que alguien tuvo). Pero la pena la tendrían aquellos que no lucharon por ella y por su hijo. Todos los que en vez de tratar de salvar su vida y la del niño sin decidir por ninguno de ellos (eso lo decide la vida) se dedicaron a satisfacer su comodidad o los deseos de egoístas de otro.
No sé si hay misterio como este. Un caso extremo como el mencionado en el párrafo anterior no puede sino ser una de las más grandes "injusticias" (en el concepto humano) que una mujer puede sufrir. Y ahí, sin embargo, surge una vida. De esa situación horrible, surge una vida. ¡Casi incomprensible! Pero el misterio de la vida nos sacude, para que no nos atontemos: ¿podemos matar a esa persona que acaba de surgir? ¿Es que acaso vale menos que su madre? ¿En nombre de qué o de quién podemos sacrificarla?
Esa última pregunta no tiene respuesta. Si le damos una respuesta, toda nuestra vida se viene abajo. Cuando aparezca algo o alguien en nombre de qué o de quién nosotros podamos decidir quién vive o quién muere, estamos perdidos. Creo que en la historia de la humanidad hay ejemplos de los cuales aprender, ¿no?
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