Me levanté temprano y anduve descalza
por los corredores; bajé a los jardines
y besé las plantas;
absorbí los vahos limpios de la tierra,
tirada en la grama;
me bañé en la fuente que verdes achiras
circundan. Más tarde, mojados de agua,
peiné mis cabellos. Perfumé las manos
con zumo oloroso de diamelas. Garzas
quisquillosas, finas,
de mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
fijos en la verja.
El reloj me dijo: diez de la mañana.
A dentro un sonido de loza y cristales:
comedor en sombra; manos que aprestaban
manteles.
A fuera sol como no he visto
sobre el mármol blanco de la escalinata.
Fijos en la verja siguieron mis ojos,
fijos. Te esperaba.
por los corredores; bajé a los jardines
y besé las plantas;
absorbí los vahos limpios de la tierra,
tirada en la grama;
me bañé en la fuente que verdes achiras
circundan. Más tarde, mojados de agua,
peiné mis cabellos. Perfumé las manos
con zumo oloroso de diamelas. Garzas
quisquillosas, finas,
de mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
fijos en la verja.
El reloj me dijo: diez de la mañana.
A dentro un sonido de loza y cristales:
comedor en sombra; manos que aprestaban
manteles.
A fuera sol como no he visto
sobre el mármol blanco de la escalinata.
Fijos en la verja siguieron mis ojos,
fijos. Te esperaba.
Alfonsina Storni
(Pst, nada nuevo, está quichicientas veces en Internet, pero yo lo había descubierto en esa colección Biblioteca Argentina Fundamental del Centro Editor de América Latina).
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